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La ruta de la sal

Entre enero y mayo, cuando una ligera brisa transporta un olor a mar, llega la temporada ideal para recorrer los salares de Colima. Es entonces cuando los salineros, descalzos, pisan los espejos de agua para recolectar este tesoro local.

Por Jessica Servín Castillo
14 de enero 2025

¿Sabías que Colima es un estado ideal para producir sal? Esto se debe a la combinación de sus tierras, sus aguas de lluvia y sus manantiales, formados por el Océano Pacífico. Para descubrir este ingrediente, la Ruta de la Sal inicia en Manzanillo, Colima, y consta de 74 kilómetros, desde el área de los manglares hasta la zona de producción y la Laguna de Cuyutlán, que ofrece panorámicas de un desierto de nubes blancas rodeado por agua. El viaje dura aproximadamente tres horas. 

LEGADO PREHISPÁNICO

“Aquí es bueno estar salado”, se lee en un cartel ubicado a la entrada de la empresa Sal Real de Colima, una de las productoras de sal 100% natural más importantes del estado y el país. Los recorridos se realizan a las nueve de la mañana, permitiendo que el visitante vea cómo se trabaja la sal, un proceso que data de la época prehispánica y que se ha pasado de generación en generación. 

El inicio del paseo es en la salinera. Ahí, es posible ser testigo de este método de producción, así como la extracción que, cabe señalar, se hace sin dañar el medio ambiente. Las salineras, nos explican, son una capa delgada de sal que se forma en la superficie del agua del mar de las eras de cristalización, únicamente visible entre los meses de abril y mayo, tiempo en el cual se cosecha.

Al llegar, admiramos a lo lejos una montaña nevada, aunque sin pinos ni esquiadores. Alrededor de ella hay otras más pequeñas: la sal que han ido recolectando los salineros. “El proceso es artesanal, muy delicado y se hace manualmente con la ayuda de un cedazo especial (una especie de pala), que tiene una fina malla según el método tradicional, para después dejar reposar la sal durante un año durante el que pierde humedad”, explica uno de los guías. “Finalmente, se convierte en el ingrediente esperado de muchos restaurantes”.

Para llegar a este punto de recolección, primero se realizaron bordos (una elevación de palos, tierra y piedras que se hace a ambos lados de un río o estanque) para dejar que el agua salda se evapore con el sol. De ahí las bondades de la sal de Colima, ya que contiene un 30% menos sodio que la sal común, además de ser rica en minerales y oligoelementos pertenecientes al agua del mar.

UNA PISCA FINAL

Después de la recolección, se lleva la sal al proceso de selección, empaquetado y sellado, todo de manera manual. Al final del tour, los guías nos llevan al área de exhibición de productos, donde encontramos una gran variedad de sales, incluyendo las que se usan para cocinar los famoso frijoles puercos o el pipián, platillos emblema de la gastronomía de Colima.

El recorrido también es la oportunidad ideal para probar la sal artesanal y la flor de sal, descubrir su textura, olor y sensación, y adquirir algunas sales para seguir disfrutando en casa. Para finalizar la experiencias, puedes seguir tu visita hacia el Museo de la Sal, también localizado en Coyutlán y aprender un poco más de la historia y tradición de este patrimonio cultural colimense.

Sobre el autor:
Jessica Servín Castillo
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