En Nayarit, el invierno no es una pausa: es una invitación. Mientras el Pacífico mantiene su ritmo sereno a lo largo de la Riviera Nayarit —recién reconocida por Travel + Leisure como uno de los 50 Mejores Lugares para Viajar en 2026, y el único destino de playa mexicano en la lista—, el interior del estado revela otra cara del viaje, más íntima, más lenta, igual de memorable.
Cuando las temperaturas bajan ligeramente y la luz se vuelve más suave, el mapa se expande tierra adentro. Los Pueblos Mágicos y el Barrio Mágico de Nayarit aparecen como capítulos complementarios a la experiencia costera: lugares donde caminar sin prisa, escuchar historias locales y dejar que el paisaje marque el paso.
Amatlán de Cañas se siente como un refugio natural. Rodeado de montañas, ríos y cascadas, este Pueblo Mágico es especialmente generoso en invierno. El clima templado acompaña las caminatas por senderos verdes y conduce, casi inevitablemente, a sus aguas termales. Sitios como El Manto emergen entre la vegetación como una recompensa silenciosa: vapor suave, piscinas naturales y la sensación de estar lejos de todo. En el centro, las calles empedradas y la arquitectura colonial invitan a paseos tranquilos, con paradas inevitables para probar chocolate artesanal o dulces de cacahuate, sabores que aquí saben a casa.
Más al norte, Jala combina historia y paisaje con una fuerza tranquila. Desde casi cualquier punto del pueblo, el Volcán Ceboruco se impone en el horizonte, recordando que la naturaleza es parte activa del relato. El invierno ofrece el clima perfecto para explorarlo a pie, ya sea en caminatas guiadas o recorridos por las colinas cercanas, donde las fumarolas añaden un aire casi primitivo al paisaje. De regreso al pueblo, la Basílica Lateranense de Nuestra Señora de la Asunción —una de las iglesias más importantes del occidente de México— marca el centro de la vida local. En esta temporada, el ritmo es más pausado, los encuentros más cercanos, la experiencia más auténtica.
A pocos minutos de Tepic, Bellavista aporta una dimensión distinta al viaje. Reconocido como Barrio Mágico, este antiguo enclave industrial conserva una identidad fuerte y visible. La ex Fábrica Textil Bellavista, edificio emblemático del siglo XIX, se transforma hoy en espacio cultural y punto de encuentro. Las calles empedradas, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe y el antiguo Templo Masónico construyen un recorrido donde la historia no está encerrada en vitrinas, sino integrada a la vida diaria. En invierno, Bellavista se vuelve especialmente acogedor, ideal para una escapada breve o como parte de una ruta más amplia por el estado.
Este contraste entre costa y montaña, entre lujo contemporáneo y tradiciones vivas, es parte de lo que ha colocado a Nayarit en el centro de la conversación internacional. A los reconocimientos se suma la reciente distinción de Condé Nast Traveler, que nombró a la Riviera Nayarit como uno de The Best Places to Go in North America and the Caribbean in 2026. La mejora en la conectividad aérea —con vuelos directos desde Los Ángeles, Calgary y Houston al renovado Aeropuerto Internacional de Tepic— refuerza esta idea de un destino cada vez más accesible, pero que no sacrifica su carácter.
Viajar a Nayarit en invierno es descubrir que el destino no se limita a sus playas, aunque estas sigan siendo extraordinarias. Es entrar en pueblos donde el tiempo parece expandirse, caminar bajo una luz perfecta para la fotografía, sentarse en una plaza sin agenda y entender que aquí el viaje no se acelera: se asimila.
Para quienes visitan México buscando algo más que lo evidente, Nayarit ofrece ese equilibrio raro entre reconocimiento global y experiencias que todavía se sienten personales. Un lugar para llegar por la costa y quedarse explorando todo lo demás.
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