Estuvimos cuatro días en este rincón de la Riviera Maya, y desde el primer momento sentimos lo que propone: bajarle el ritmo a la vida. El lobby, recientemente renovado, ya da pistas de lo que viene: materiales naturales, líneas limpias, y una atmósfera que invita a respirar profundo mientras haces check-in sin apuro.
Nuestra habitación, una Junior Suite con vista al jardín, fue perfecta para aterrizar. 61 metros cuadrados que combinan funcionalidad, estética sobria y detalles que se agradecen: terraza privada, tina de hidromasaje, minibar surtido cada día y un ventanal de piso a techo que deja entrar la luz del amanecer (ideal si decides trabajar remoto... aunque te cueste no mirar el mar todo el tiempo).
Uno de los grandes aciertos de este hotel es su propuesta gastronómica, donde cada espacio tiene personalidad y sabor propio.
The Spa es otro de los puntos altos. Probamos el masaje con piedras calientes, impecable. Pero lo mejor fue el circuito de hidroterapia, guiado paso a paso, y la experiencia de hacer nuestras propias sales relajantes. Y sí, el Temazcal guiado por un chamán maya fue tan profundo como inesperado. Un ritual simbólico que deja huella.
Si te gusta mantenerte activo, el hotel ofrece de todo: desde clases de baile caribeño hasta yoga frente al mar. El gimnasio está muy bien equipado, y las piscinas ofrecen opciones tanto para la fiesta como para la calma. Pregunta por la piscina silenciosa si lo tuyo es el relax total.
Y si lo tuyo es tumbarte todo el día, las cabañas frente al mar o la piscina te esperan. Algunas incluyen servicio para disfrutar sin moverte.
Hyatt Vivid Playa del Carmen es un hotel pensado para adultos que buscan desconectar sin sacrificar estilo. Perfecto para parejas que valoran el buen comer, la comodidad, y la posibilidad de elegir entre tranquilidad total o una vibra más animada… pero siempre en clave sofisticada.
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