En el norte del país, estos epicentros culinarios conectan a los comensales con sabores regionales auténticos. La filosofía de la granja a la mesa, más que una experiencia gastronómica, es un vínculo con la tierra, y con el esmero de quienes cultivan y preparan alimentos de manera sostenible.
En Ensenada, famosa
por su pesca y
agricultura, se fusionan
pescados frescos del
océano con productos
de granjas locales.
Así, los restaurantes
locales, como el
icónico Manzanilla,
se enorgullecen de
usar mariscos recién
capturados y cosechas
cercanas. Por su parte,
el Valle de Guadalupe,
referente del vino
mexicano, es el punto
ideal para la promoción
de los ingredientes
locales gracias a sus
restaurantes y viñedos,
como Fauna, dentro de
Bruma. Esta práctica
fomenta la economía
local y reduce la huella
de carbono.
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